domingo, 6 de abril de 2008

La batalla entre los emos y RBD


I
El nido habitado por el metro Insurgentes se mueve. Para el conservadurismo político se trata de un baldío cultural; para los mercadólogos es el parque temático de la antiaspiración; para los arquitectos posmodernos es un espacio-basura; para el conservadurismo moral es una isla conquistada por depravados; para los liberales bienpensantes es un zoológico humano; para miles de transeúntes es un mal necesario.
Los antropólogos del asfalto lo señalan como el verdugo de la Zona Rosa. Los delegados preferirían que no existiese. Los emos, punks y gays piensan lo contrario. ¿Pero quién hablaba de los emos hace un mes? La publicidad, el arte del dopaje blando y divertido, no nos los había presentado.
Tal vez sea esta la razón por la cual, en la glorieta de los Insurgentes, no haya modelos luciendo trajes Ermenegildo Zegna ni oxígeno patrocinado por la marca Jean Paul Gaultier. Olvidamos que nos encontramos en una transición espectacular: del control televisivo al descontrol cibernético; del gobierno programado por el duopolio televisivo a la anarquía descargada en internet.
II
El asombro se asoma cuando uno se percata de que los jóvenes no son prioridad en la agenda de los políticos. Por ejemplo, López Obrador y su Frente Antiguo Populista se encuentra fabricando una entelequia petrolera en defensa de la bandera mexicana mientras que el presidente Calderón intenta salir del laberinto llamado Mouriño. Para los jóvenes, estos debates son previsibles y, por lo tanto, aburridos. Prefieren migrar a nuevos terrenos: los intangibles. Aquellos espacios de desgobierno. Los jóvenes descargan a sus ídolos a través de internet. Los llevan con ellos en su iPod. No pierden tiempo en deliberaciones electorales. Les parece una farsa la competencia electoral entre Encinas y Ortega. En pocas palabras, nunca descargarían en sus iPod discursos políticos.
III
En MySpace se encuentran los 10 requisitos para ser emo: 1. el emo nace, no se hace; 2. vestir con ropa color negro; 3. recurrir a complementos como lentes, tatuajes de estrellas, pulseras y diademas; 4. tenis marca Converse, Tiger, Vans o Victorias; 5. peinado de flequillo cubriendo un ojo; 6. la filosofía son el pesimismo y la nostalgia (el perfil andrógino revela la duda frente a la sociedad; el libro Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides y la película con el mismo título, dirigida por Sofia Coppola, son referentes para los emo); 7. no estar gordo; 8. escuchar música de My Chemical Romance, Blink 182 y Evanescence, entre otros (“Ahora te diré lo que he hecho por ti. 50 mil lágrimas he llorado. Gritando, engañando y sangrando por ti. Y aun así tú no me escuchas. Me estoy hundiendo”, se trata de un estribillo de la canción “Fallen” de Evanescence); 9. vivir en casa de los padres hasta una edad avanzada; 10. escribir en internet todas las experiencias.
IV
Alessandro Baricco define con elegancia a los lectores de libros empujados por las modas y no por la sed del conocimiento: “Los bárbaros tienden a leer únicamente los libros cuyas instrucciones de uso se hallan en lugares que no son libros”. Para Baricco los bárbaros son una tribu nacida en la globalización. Aprenden a través de los links (vínculos de información) propuestos por Google. Buscan la experiencia y no el conocimiento.
Es probable que las agendas políticas del futuro se encuentren en las páginas de Google. Las primeras referencias son las importantes. Llegar a la página 10 es prácticamente imposible. Sucede lo mismo con las listas de los libros más vendidos. El Código da Vinci ocupó el primer lugar en ventas durante un periodo considerable a pesar de su pobre nivel literario.
V
Las tribus representan la frontera entre culturas. Para los intolerantes no tendrían que existir ese tipo de fronteras porque la cultura que tendría que prevalecer es la de ellos mismos. Así lo pensaron aquellos que la noche del 7 de marzo en la Plaza de Armas, en la ciudad de Querétaro, decidieron atacar a los emo por la sencilla razón que “denigraban a la imagen de la plaza”. A base de jaloneos, golpes y gritos de repudio, el grupo de intolerantes decidió “limpiar” el baldío cultural.
Los jóvenes que no se han dejado mimetizar por los RBD (grupo musical que representa a la tribu fresa) de Televisa y sucedáneos de TV Azteca acuden a los “baldíos” culturales para refugiarse. Zonas en las que aparentemente la publicidad no tiene señal. Se trata de una apariencia porque el emo también acude a los llamados de las marcas y de las modas. Elementos necesarios para causar un efecto especial hollywoodense. El ornamento de la tristeza forma parte de la estética del emo.
Pero aún existe demasiada ambigüedad en el fenómeno de los emo. En una de las páginas de MySpace que se encarga de promocionar la cultura emo aparece una fotografía de Hitler con un peinado al estilo emo. No hay símbolo que asocie la política y la muerte de manera tan contundente como una fotografía de Hitler. ¿Qué mensaje desean dar los emo, particularmente de esa página de MySpace?
Lo que no es ambiguo es la brecha que se incrementa entre los políticos y los jóvenes; entre la televisión e internet. El monopolio del control cultural presenta un enorme boquete por el que fluye la comunicación entre tribus. Este tema no se encuentra en la agenda política. Y es que, para los analfabetos ciberpolíticos, resulta imposible imaginar el mundo paralelo intangible.
Un mundo cuya característica natural es el desgobierno. La anarquía. La soberbia política se recrea en la dialéctica que sólo puede darse entre ellos. Entre los políticos. Nunca entre las tribus culturales de jóvenes. Sin embargo, los jóvenes ya se aburrieron de los pleitos políticos. Ellos sí se imaginan una batalla entre RBD y emos. ¿Qué harán los políticos para evitarlo?

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